lunes, 13 de julio de 2015

¡Al agua, Krispys!

La piscina.

Hace unas semanas, cuando tuvimos y sufrimos un calor horrible, recordé la piscinita que cayó a mis pies desde el cielo (literalmente) y me dispuse a instalársela en un rincón de la terraza; al final no fue tan rincón ya que era más grande de lo que la recordaba.

Así que fui a recoger el hinchador eléctrico que había comprado por un muy módico precio y... pues que fue a mí a quien se le hincharon las... arterias del cabreo,  puesto que únicamente tenía conector para el mechero del automóvil.  Así que nada: Pedalada a pedalada conseguí inflar una de las dos bandas que la forman, y para gran satisfacción de mi pierna vi que se trataba de la de arriba, así que a vaciarla y rellenar sofocadamente la otra. ¡Qué calor! ¡¡Qué sudor!!

Por fin, lo acabé, más o menos muerto, y la segunda misión fue acercar a Krispys a su nuevo divertimiento. O así lo pensaba yo. Nuevas y agotadoras carreras detrás del peke, rellenas de sudor y mal genio.


Por fin, lo atrapé y acerqué con mucho cuidadito al borde de  la piscina; había tenido la precaución de poner a flote 3 ó 4 pelotas de ping pong y algún juguetito de goma, pero  si bien no se escapaba, se asomaba al agua con muchísima precaución. ¡Ni que le pidiera que se tirara de un trampolín! 

Hasta que por fin, y a traición, le di un empujoncito en el trasero y no le costó nada remontar el borde contrario y salir escapando, pero no  llegó lejos.


Y así, poco a poco, lo llevé otra vez y, ahora sí, con mucha precaución y sin ninguna prisa, por supuesto, se asomó al agua, acercó los bigotes, las patitas, y entró, chapoteando contento e intentando atrapar, desconcertado, alguna pelota. Debo aclarar que apenas había puesto 5 ó 6 dedos de agua, no vaya a ser que se asustase en demasía.

Más tarde salía y se metía solito. Terminé llenando un poco más su piscina y le tiraba alguna pelota y Krispys se lanzaba de un salto a por ella, chapoteando y salpicando a su alrededor. Y con estas  acciones se resbalaba mucho en el terrazo, lo cual era (y es) un peligro.

Mi siguiente tarea consistió en enseñarle a salir por el mismo sitio (en lo que he fracasado) y secarse, aunque sea las almohadillas y poco más, en una alfombra importada de China. Y muy prontito le pilló el truco, ya que tonto, lo que se dice tonto, no lo es, el muy pìllín.


Ahora, además de tan magnífica alfombra importada, tiene en un lado mi ex-toalla de playa, comprada en Salou hace muchos años y sin apenas uso, y entre una y otra termina bastante seco de sus pezuñitas, aunque no siempre.

Desgraciadamente, he tenido que retirar la piscina porque en estos momentos tiene un corte en el pecho y hasta que no acabe de cicatrizarle bien es  preferible que no se moje la herida, que le ha crecido bastante durante sus "varoniles" juegos con Kayser, ya que cada día se le abría y crecía un poquito más. Así que ahora también hemos tomado la precaución de que no se acerque a Kayser hasta su completa curación, y un poco más de tiempo, mejor.

Y después, ¡vuelta a la piscina!

2 comentarios:

  1. Que bien se lo pasa ! Cuando se le cure la herida podrias llenar un poco mas la piscinita, a ver que tal.

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  2. Qué bien lo pasamos, lo pasamos. Y no te preocupes, que pienso llenarla más y tal vez hacerle compañía :-D

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