CORAZÓN DE PALOMA
Una amiga me habla con maravillado asombro de la afición insólita de su
perro a las migas de pan. Va con él al parque y, cuando la viejecita de turno
arroja el pan entre las palomas, el perro irrumpe en la idílica escena y en un
abrir y cerrar de ojos las espanta a todas y se come las migas. Lo hace con una
extraordinaria pericia, de forma que cuando la anciana quiere reaccionar, y
levanta amenazante su bastón para defender a sus protegidas, el perro ya ha
satisfecho su glotonería y se dirige feliz hacia mi amiga, que, a esas alturas,
ha corrido a esconderse avergonzada detrás del seto que tiene más a mano. No
hay perro entonces más alegre y feliz que el suyo, y ella no puede ocultar
mientras lo ve venir trotando a su encuentro esa punzada de satisfacción que
siempre sienten las madres ante el espectáculo de la vivacidad de sus hijos
pequeños. Por eso, y aunque su primera intención es reprenderle, no puede
resistirse a sus zalamerías y termina por transformar su enfado en un aluvión
de caricias.
"¿Qué culpa puede tener él -parece decirme cuando me lo
cuenta- si posee un corazón de paloma?"
Gustavo Martin Garzo
Gracias a José Javier, por compartir este hermoso texto con nosotros.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el cuento.Si lo pienso ..aunque de forma distinta .También yo debo tener corazón de paloma.........Pero ese..ya es otro cuento
ResponderEliminarCuenta, cuenta!!!
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