La garrapata
Fue el jueves pasado. El martes y el miércoles estuvimos en el campo, entre hierbas, matojos y animales. Pero no, tuvo que ser en la ciudad, o pueblo, no lo sé, ya que creo que la estimación de habitantes última es de menos de 20.000 habitantes en Barañain. Por cierto, que el otro Crispis, las tres garrapatas que se le pegaron, fueron en la Vuelta del Castillo, en Pamplona.
Precisamente, el día anterior le había bautizado con una de las habituales pipetas de Frontline, que valen para todo, según se anuncian. Discrepo de las personas que le hacen deglutir a su amigo una pastillita con una duración efectiva, o eso dicen, de tres meses. Como si no les diéramos ya el suficiente veneno en la piel, se lo hacemos tragar. Manías para todos, pero yo, la pipeta.
Esa tarde fui, por primera vez en muchísimos años, al pipican próximo para acompañar a Sky -ya lo conoceréis, ya-, para que pudiera corretear un rato. ¡Y vaya si corrieron! Terminaron agotados. Hacía un bochorno espantoso, y acababan de cortar la hierba reseca del lugar. Hasta yo olía el amoníaco de los orines, que ya es decir. Es de vergüenza, como tantas y tantas cosas por aquí. Cómo se puede obligar a llevar allí a os perros si los quieres soltar, y no se ha desinfectado ni una sola vez desde que se creó.
Así que, al llegar a casa, como cada día y más si hemos estado en lugares en los cuales abundan las garrapatas, le pasé la mano varias veces y le palpé todo su cuerpo mientras Krispys, muy serio él, ni se movía. De repente, noté un puntito diminuto en mitad de la cabecita, y lo primero que pensé fue que Sky le había clavado uno de sus dientes de leche, y creado una postillita. Mas mi instinto me obligó a mirar mejor, y tras separar pelos una y otra vez, la vi: La garrapata malvada. La de la foto.
Se movía, así que todavía no se había incrustado. Era pequeña, pero yo cabezón. Tras varios intentos conseguí coger a la muy esquiva, envolverla en un pañuelo de papel, y asarla sin piedad. Es que son difíciles de matar. Después coloqué a Krispys encima de una toalla blanca y lo cepillé intensamente con su cepillo favorito, y no cayó nada a la toalla. Menos mal. Así que ya hemos iniciado la temporada, y deseo que sea su primera y última garrapata. Ya ha aprendido la lección, y espero que no se deje atrapar por ninguna más, Agh, qué asco me dan.-
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