domingo, 19 de julio de 2015

7 de Julio

San Krispýn
 
 

Pues ya pasaron las fiestas de esta famosa ciudad vecina sin que, afortunadamente, hayamos tenido que visitarla excepto un ratito el día 10, y por estricta necesidad.
 
Vamos a ver: Yo huyo de las mismas, así, como suena; sin embargo, llevar a Krispys por Pamplona a ver el "ambiente festivo"  me parece una crueldad e irresponsabilidad innecesaria.
 
Hay que pensar en que la "fiesta" tal y como se vive hoy no es ni mejor ni peor, sino diferente de como la que conocimos generación tras generación, y seguirá transformándose, sin ninguna duda. No obstante, una de las cosas que ha aumentado, es la suciedad; sólo pensar en todo lo que pisaría, lamiendo después sus patitas, y el riesgo cierto de que podría cortarse con uno de los innumerables cristales que permanecen en el suelo por mucho que se limpie, es razón suficiente para no llevar al perrito a conocer sus Sanfermines.
 
 
Por eso posa aquí con aire de desgana, con el pañuelico rojhjo al cuello, con cara triste y resignada, a pesar de estar rodeado de unos cuantos de sus tropecientos juguetes favoritos. No hay más que mirarle para sentir dentro de nuestro ánimo su tristeza por no conocer la fiesta. ¡Pues que se aguante!
 
Bien que viene a mi lado en cuanto escucha un petardo o los fuegos artificiales de la noche. Entonces nada: ni pañuelo, ni collar ni correa. Todo queda para mí porque no hay quien le haga asomar el hocico fuera del portal. ¡Miedica! Lo he dicho en algún otro post y lo repito. ¡Como para asomarnos en el Casco Viejo! El chun-chun de las peñas y el foco de atención que sería para muchos pasados un poco de rosca le haría huir hasta Granollers. Como poco. Y a ver quién le pilla.
 
 
Así que nos hemos quedado en Barañain, paseando cuando este infame calor que nos ha derretido sin compasión nos ha dejado hacerlo, buscando las sombras y la poca brisa que soplaba, y entre carrera y carrera tras la pelota, ha conocido a una nueva amiga, terrier también, comportándose con ella de una manera un tanto inusual en él, ya que en alguna ocasión he comentado (o así lo creo recordar) que no es muy dado a perseguir a las perritas de sexo opuesto para.. bueno... para eso que tanto necesitan por instito. Básico, por otra parte.
 

lunes, 13 de julio de 2015

¡Al agua, Krispys!

La piscina.

Hace unas semanas, cuando tuvimos y sufrimos un calor horrible, recordé la piscinita que cayó a mis pies desde el cielo (literalmente) y me dispuse a instalársela en un rincón de la terraza; al final no fue tan rincón ya que era más grande de lo que la recordaba.

Así que fui a recoger el hinchador eléctrico que había comprado por un muy módico precio y... pues que fue a mí a quien se le hincharon las... arterias del cabreo,  puesto que únicamente tenía conector para el mechero del automóvil.  Así que nada: Pedalada a pedalada conseguí inflar una de las dos bandas que la forman, y para gran satisfacción de mi pierna vi que se trataba de la de arriba, así que a vaciarla y rellenar sofocadamente la otra. ¡Qué calor! ¡¡Qué sudor!!

Por fin, lo acabé, más o menos muerto, y la segunda misión fue acercar a Krispys a su nuevo divertimiento. O así lo pensaba yo. Nuevas y agotadoras carreras detrás del peke, rellenas de sudor y mal genio.


Por fin, lo atrapé y acerqué con mucho cuidadito al borde de  la piscina; había tenido la precaución de poner a flote 3 ó 4 pelotas de ping pong y algún juguetito de goma, pero  si bien no se escapaba, se asomaba al agua con muchísima precaución. ¡Ni que le pidiera que se tirara de un trampolín! 

Hasta que por fin, y a traición, le di un empujoncito en el trasero y no le costó nada remontar el borde contrario y salir escapando, pero no  llegó lejos.


Y así, poco a poco, lo llevé otra vez y, ahora sí, con mucha precaución y sin ninguna prisa, por supuesto, se asomó al agua, acercó los bigotes, las patitas, y entró, chapoteando contento e intentando atrapar, desconcertado, alguna pelota. Debo aclarar que apenas había puesto 5 ó 6 dedos de agua, no vaya a ser que se asustase en demasía.

Más tarde salía y se metía solito. Terminé llenando un poco más su piscina y le tiraba alguna pelota y Krispys se lanzaba de un salto a por ella, chapoteando y salpicando a su alrededor. Y con estas  acciones se resbalaba mucho en el terrazo, lo cual era (y es) un peligro.

Mi siguiente tarea consistió en enseñarle a salir por el mismo sitio (en lo que he fracasado) y secarse, aunque sea las almohadillas y poco más, en una alfombra importada de China. Y muy prontito le pilló el truco, ya que tonto, lo que se dice tonto, no lo es, el muy pìllín.


Ahora, además de tan magnífica alfombra importada, tiene en un lado mi ex-toalla de playa, comprada en Salou hace muchos años y sin apenas uso, y entre una y otra termina bastante seco de sus pezuñitas, aunque no siempre.

Desgraciadamente, he tenido que retirar la piscina porque en estos momentos tiene un corte en el pecho y hasta que no acabe de cicatrizarle bien es  preferible que no se moje la herida, que le ha crecido bastante durante sus "varoniles" juegos con Kayser, ya que cada día se le abría y crecía un poquito más. Así que ahora también hemos tomado la precaución de que no se acerque a Kayser hasta su completa curación, y un poco más de tiempo, mejor.

Y después, ¡vuelta a la piscina!

miércoles, 1 de julio de 2015

Krispys en la playa

Hendaya

El mes pasado estuvimos en la playa, en Hendaya. Quería enseñársela y ver su comportamiento antes de que comenzase  la temporada. Y por fin fueron Inma y Javier quienes me empujaron a ir en un día que  prometía estar nublado y que resultó radiante de sol. También queríamos sacar unas fotos y en eso no fallamos. Dichosa fotografía digital: ¡Cerca de 500 entre los tres!

Tras un viaje tranquilo y sin incidentes, desembarcamos en el tramo final de la playa, en su último acceso. Y allí salió Krispys corriendo por la arena y rebozándose como una croqueta (Pepe y Sagrario dixerunt), feliz  y revoltoso.


Continuamos nuestra caminata entre click y click, porque la playa es kilométrica, sin encontrarnos apenas con gente paseando y tomando el sol. Olas pequeñas y una brisa muy agradable. "Por si acaso" me coloqué la banda protectora, y cumplió eficazmente  su labor.

El peke se acercaba al agua con mucha desconfianza, como diciendo que sí , que no se la íbamos a dar esta vez, y se alejaba de nuevo a olfatear y corretear sin fin.


Pero como no puede parar quieto sin enredar a los demás con sus juegos (algo que agradezco enormemente), eligió sus juguetes, 100% ecológicos: Los palos y maderos que la marea le dejó esperando sobre la arena. El pez muerto me hizo correr para alejarle a limpio grito del mismo antes de que lo estrujara entre vuelta y vuelta (¡marrano!). Así que entre los tres fuimos partícipes de sus carreras y alegría.


Pero claro, la idea era comprobar el comportamiento de Krispys con el agua, ya que Simón se tiraba corriendo y de cabeza a las olas en cuanto veía el mar, mientras que Crispis lo más cerca que se acercaba era el límite de la arena mojada por las olas. Como mucho. Y poco a poco, cautelosamente, fue aproximándose cada vez más, evitándonos siempre que nos sorprendía acercándonos por su espalda para darle un empujón.



Y por fin vimos la luz, y creo que fue Inma quien descubrió la manera  de hacerlo. Cogió un palo y se lo tiró más allá de las olas, ante el desconsuelo y disgusto de Krispys. Pero menudo es cuando se trata de defender y recuperar lo suyo. No le costó nada meterse en el agua para lograr su objetivo: un madero o palo a la deriva. Y como siempre, cuando le gusta algo, lo depositaba a nuestros pies para relanzar el juego.


Corría, se zambullía y nadaba; atrapaba el madero y lo traía de nuevo, llevándose más de un revolcón en las  olas; si hubiesen sido mayores... no sé, tal vez no lo habría logrado. Sin embargo, ahora que le ha perdido el miedo, creo que lo volvería a hacer. Estuvimos un largo rato así, y no se dio por vencido ninguna vez en sus intentos.


Por fin llegó la hora de marcharnos, no sin que antes jugara con una perrita corriendo y corriendo, permitiéndome platicar un petit peu con su dueña. Ya casi ni me acuerdo ni cómo se  pronuncia el idioma... ufff....

Abandonamos la playa, comimos junto al camping, a la sombra, donde Javier e Inma tuvieron un agradable encuentro (pequeño que es el mundo), y regresamos, con la firme determinación de volver algún día más adelante (julio y agosto no, ya que la proximidad a la frontera es un colapso de tráfico terrible) y repetir las zambullidas, y espero que sean conjuntas esta vez.