lunes, 15 de febrero de 2016

Miradas en el recuerdo

¡ Cómo hablan esos ojos !
 
 

Si hay una cosa que caracteriza a estos pequeños peludos es su mirar. Alegría, temor, desconsuelo y sobre todo, sobre todo, cariño. Un cariño infinito, aunque a veces lo sustituyan por un "te vas a enterar". Sin embargo, esta idea únicamente es un destello fugaz que no hace sino resaltar más su cariñosa mirada.
 
Los recuerdo. Y los recuerdo mucho. Y recuerdo que su carácter impregnaba ese gesto, ese observar, llamar la atención; gritarte, a veces. Tan iguales y tan diferentes.
 
Crispis

 
 
Crispis, desde pequeñito, ya demostraba lo que iba a ser un ascenso meteórico a jefe de la manada. Despiertos sus ojos, vivos, inteligentes. Te lo decía bien claro: "Tú me lo mandas pero si lo hago no es por eso, sino porque a mí me da la gana de hacerlo". Y así era. Autoritario cuando debía serlo. No recuerdo haber observado temor su mirada. No, para nada.
 
 
Nos descubrió un mundo de aventuras, de ternura; de inquietudes, también. Crispis, todo un señor perro, amigo de sus amigos.
 
Simón
 
La mirada de Simón fue la que me sorprendió, ya que los primeros días estaba atento a todo. Pero no curioso, sino más bien amenazante. Tenía su genio y con el paso de sus primeros meses afloró su nuevo mirar y un carácter extraordinariamente afable. Excepto un pequeño pronto, con su primer plato de comida caliente, jajajaaa... No fue conmigo, claro.
 

 
Poco a poco fue cambiando, dulcificándose sus penetrantes ojos, al descubrir un universo muy diferente. Tranquilo, sus ojos nos susurraban su parsimonia, tranquilidad. Vagancia, esa es la palabra. Menos a la hora de lo comer, en la que más de un cubo de basura ha caído por los suelos.
 
Hizo que los niños de por aquí perdieran su miedo a los perros. Era querido y se dejaba adorar. Nunca he visto en un perro, y no es porque Simón era mi fuel compañero, una mirada que reflejara tanta bondad que tenía dentro, y lealtad. Por encima de todo, lealtad. Debería estar ahora aquí, a mi lado, observándome, vigilante.
 
 
Lucas
 
 

 Llegó asustado después de su viaje,  con unos ojos que serían su característica: diminutos, pero hermosos. Siempre reflejaron ingenuidad, pero también alegría, mucha alegría. Dispuesto  a agradarte el día, sin un mal gesto, querido y apreciado, juguete también de los niños.
 
 
Y de los mayores. Y si no, preguntadle a José Antonio cuántas veces habrá corrido con él, tirándole la pelota a su "pispajo". Elegante, de buenas maneras, su pequeña mirada parecía interrogarte.
 
Una de las cosas que no he comentado es que mis pequeñines siempre llevan flequillo. Siempre. Encontraron en mi hermana unas manos cuidadosas y palabras tranquilizadoras, con algún grito ocasional. Nos gustan con el flequillo protegiendo sus ojitos.
 
 


Lo siento, no puedo seguir contigo, Lucas.
 
Otro día hablaré de la de Krispys, que mira de muchas maneras. Y de  qué maneras, a veces, debajo de ese pelo que no siempre deja entrever el brillo orgulloso de sus ojos. Chatito él. Pero será otro día.