El recuerdo de Lucas
-Sir Lucas de Vaquecan-
Ayer fue un final de tarde espantosa. Estos días Crispis se entretiene poniéndome a prueba con el fin de ampliar su iniciativa y libertad, a veces con éxito. Una de esas dichosas pruebas consistía en acudir a una esquina de la plaza en donde todos los días se encuentra pan para las palomas y en muchas ocasiones restos de comida, huesos, papel tisú, platos de plástico, etc, que una incalificable (en realidad le pongo muchos calificativos) vecina tira por la ventana de su pocilga.
Hace tiempo que sólo se acercaba a husmear o a hacer volar a las palomas, evitando tocar nada, ya que mi mirada no deja de vigilarlo.
Sin embargo, estábamos charlando ayer cuando de repente lo ví, allí, con algo parecido a un hueso de costilla que sobresalía de su boca. Acudí lo más rápido que pude; cuando me vio acercarme, se apresuró a tragar aquello. Por fin llegué a su lado, atrapé lo que parecía una larga tira de grasa de chuleta, gruesa, pero no pude quitársela a pesar de tenerla asida y se la tragó, enterita, resultando baldíos mis esfuerzos. Imposible controlar sus esfuerzos y retirar aquello con una mano. Imposible. Derrotado, temeroso, esperando verle ahogarse de un momento a otro. Por fin pasó el mal momento mutuo, le reñí acaloradamente, le até y algún revés se llevó.
Continué amonestándole largo rato, sin mayor razón, ya que la cupa fue sólo mía. A mí me corresponde velar por su comportamiento y su salud. Me quedé agotado, sin capacidad de moverme del banco, a lo que también contribuyó un incidente inesperado que me callo y en el que me callé, porque si salto voy derecho al cuello y con capacidad de causar mucho daño; así que tragué bilis y permanecí sentado hasta el atardecer con Krispys a mis pies, tumbado o sentado, con mirada infinitamente triste. Después, fuimos a pasear y al volver a casa agradecí encontrarme con Laura y Kyra, que tienen la capacidad de hacerme reír.

Y así estamos, yo triste y él también porque me ve abatido. Ha comido como siempre su pienso, más de medio plato, y corrido como un jaguar, o poco menos. Sin embargo, seguiré observando sus movimientos, sus reacciones, sus latidos, su respiración, su mirada. Su alegre, cálida y cariñosa mirada. no quiero volver a pasar un infierno semejante. Otro no. No lo soportaría. No, no lo creo.
Recordemos a Lucas,, un perrito especial, que lo fue todo. Como todos lo son, pero un poquito más: