Krispys, revoltoso y revolcón

De repente, en una de esas gracias que tanto nos hacen reír, le dio por hacer una de las suyas. Ya había olisqueado alguna vez y lo único que esperaba era tomárselo con tiempo. Además, lo hace a menudo en cualquier sitio. Y cuanto más sucio, mejor:
Por fin me animé a cruzar la vaguada por un lugar más estrecho, y me di cuenta de que no me había puesto las zapatillas de Goretex. ¡Qué fresquita estaba el agua!

Mientras, como buen táctico, ya había adivinado dónde ir en caso de que el toro, que se giraba a mi paso, me asaltara: en la portada de la prensa, claro.
Como era de esperar, Krispys apareció corriendo, con esa carita de "ya me las pagarás". Cruzamos otra alambrada y ya nos acercamos al pequeño cerro donde está el enclave, junto a unos abetos. Unos cientos de metros más y llegaríamos a nuestro objetivo: Iturissa.
Adiós a la última alambrada, llegamos al cerro y nada, no había nada. Alguna zona algo más despejada de abetos con pinta de haber sido removida pero con mucha hierba, lo que me inquietó. Hartos, comenzamos a volver y nos encontramos con dos habitantes de lugar que se habían acercado a su finca a realizar algún trabajo.

Les mostré mi perplejidad y entre risas me comunicaron que sí, que ahí está Iturissa, pero que tras excavar, tomar datos y un largo etc, la habían vuelto a enterrar. Pues vaya, Media vuelta y realizar el camino a la inversa. Con una variante. Krispys ya no tenía miedo de las vacas, y no tuvo mejor idea que pararse y ladrar al toro. Estoy convencido de que lo provocaba para que me atacara.
En fin. Aquí acabó la aventura. Volveremos este año, que se va a realizar otra prospección interesante, pero al otro lado de la carretera. Mejor, a una decena de metros de la misma o poco más.
Hasta entonces.