miércoles, 22 de agosto de 2018

Krispys, en adopción

Y tan contento, el muy...


El pasado 4 de agosto, teniendo intención de acudir, para variar, a mi querido Santa Criz, conocer a Laura, y visitar juntos el yacimiento, dejé al pequeño al cuidado de Josetxo y de Blanca, viejos amigos con los que compartí grandes y divertidas aventuras -otras no tanto- con Crispis y Danú, sabiendo que con ellos iba a estar muy contento, ya que al menos se olvidaría durante un día de mis bufidos.

Y así lo dejé, más contento que unas pascuas, ya que disponía de varias pelotas para incordiar y dejar agotados a mis amigos. Ni se volvió a mirarme, mostrándome su cola con desprecio, bien alta y rítmica.


Sin embargo, debido a una de esas cosas tan contraproducentes y tan características en mi vida, Krispys permaneció a su lado unos 10 días, más o menos.

Una larga ausencia. Muy larga. Me consolaba el hecho de que sabía que los tres eran felices acompañándose mutuamente.

Me contaron que estaba muy en su ambiente, paseos
interminables, y durmiendo donde le daba la gana y,  por supuesto, sin dejarse coger por nadie,  salvo contadas excepciones. Que comía y bebía poco. Sin embargo, sobre esto, poco podíamos hacer. Fueron días de muy intenso calor.

El pasado jueves, día. 10, acudimos mi hermana y yo por la
tarde a visitarlo.
Nos encontramos en una terraza y se acercó hacia mí como loco, algo que hizo que mi orgullo creciera unos77 m, ya que estábamos seguros de que se iba a lanzar como un loco encima de mi hermana, algo que ocurrió después y como era de esperar, ya no la abandonó; además, durante una corta ausencia suya, estuvo ladrando como un poseído.

Luego, más tarde, nos despedimos. 

Y allí se fueron, tan contentos, los tres. El pequeñajo ni siquiera hizo amago de pararse; muchísimo menos de volver la cabeza para siquiera mirar de forma despreciativa a la pareja que se quedaba sorprendida por su actitud. Y así nos separamos de nuevo.

El sábado, por la mañana,  Josetxo pasó a buscarme para acudir juntos al veterinario, ya que tocaba revisarle la patita y su tos de perro. Me recibió alegre, pero no era lo mismo,
puesto que eso de viajar en coche no le hace mucha gracia. Más bien ninguna. 

Realizamos la consulta y Juanjo comprobó que estaba perfectamente curado. Le compré la rana y un par de peluches más y nos fuimos. Ya lo rapté y vino a vivir con nosotros en esos momentos 

A lo primero que se acercó fue a la comida: era su hora y, como siempre,  devoró todo lo que se le puso en el plato. Y ya, a partir de entonces, volvimos a una vida casi normal: Pelota para aquí y pelota para allá; peluches que van volando por el pasillo; no te acerques que me escapo corriendo; yo duermo donde me da la gana y el rato que quiero... siempre con preferencia de contacto con mi hermana. Faltaría más.

Y hoy estamos en Tafalla, donde ha comenzado a volver loco a un balón de fútbol  y  supongo que también a todos los demás presentes. Menos a mí, jejejeeee. También se ha bañado en la piscina. 

Y más cosas. Habitando en casa de mamá. Pero las contaremos otro día.








No hay comentarios:

Publicar un comentario