sábado, 23 de mayo de 2015

Bruto

quoque brute fili mi


Hoy no tengo más remedio que dar una perspectiva histórica a esta entrada.  Perdonad mi latín, pero hace ya mucho que no lo hablo, jijiiiii...

Mi yorki es, como acostumbra a ser habitual en estos pekeñajos, y más en su etapa de adolescente, cariñoso, juguetón, muy juguetón, muy alegre. También con ese punto de insolencia que tanto me gusta de ellos; todos los días me pone a prueba para ver hasta dónde puede llegar en nuestra agitada y feliz convivencia.

Le encanta jugar conmigo, y para ello no tiene apuro en traerme cualquiera de sus juguetes, y aparte del que en ese momento sea su favorito, las pelotitas son su principal entretenimiento. Hasta tenemos una sujeta en una rama de un árbol por si se me olvida, aunque algunas veces tengamos que reponerla porque se la debe llevar algún... estoooo.... el aire beriniainés.

Así que en casa peloteamos mucho, generalmente en la terraza, porque dispone de más espacio para corretear. Mas en esta ocasión no podía ser debido a la lluvia, por lo que estábamos en SU edredón de juegos y, cosa rara, me había animado a aparecer con él en el vídeo, después de haber pasado un largo rato trasteando por el suelo.

Pero el peke también tiene su ego, y se enfada cuando no se sale con la suya, manifestándolo unas veces con un despreciante dejarme de lado como si no estuviera, o ignorando mis caricias y dulces palabras de reconciliación o, como en este caso, armándose de valor y dejando salir a su mal genio.


Jugando, jugando, haciéndole enrabietarse un poco, ha llegado un momento en que al parecer se ha cansado de aguantar mis sumamente graciosos (a mi entender) amagos con la pelota, y ya le notaba yo un paulatino cambio en su manera de responder a los mismos.

Y de repente, cogiéndome desprevenido, ha saltado descargando toda su perrería y acertando de pleno con su manita en mi ojo, haciéndome pupa, sorprendiéndome su iniciativa que no he visto venir, y desplomándome, un poco teatrero (por aquello de Shakespeare), con la esperanza de conseguir que me confortara, pero no. Ahí me ha dejado tirado, en el edredón, llorando su agresiva traición.


Quoque, Krispys, fili mi




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