jueves, 8 de diciembre de 2016

Me persigue, me empuja, golpea, me muerde... ¡No puedo más!

¡Kyra Kampora!
 
Es tremendo lo que tengo que  soportar desde hace unos meses con mi "amiga" Kyra. Yo, que le enseñé el mundo, le presenté a mis amigos, aprendió a ser una perrita responsable y amigable; aunque más de una vez me he visto deseando darle un gran escarmiento, me quedo parado; quieto, soportando todo lo que puedo. Porque me puede, que si no...
 
Lo que comenzó siendo un divertido juego se ha transformado en un verdadero infierno. Algún tiempo antes apuntaba maneras; sin embargo, con la vuelta de vacaciones fue terrible: Salí a recibirle amablemente y ella vino enfurecida, a por mi, una y otra vez, un día tras otro, un día tras otro, sorprendiéndome, quedando anulado, yo, todo un terrier.
 
En un principio vinieron las carreras, donde, por supuesto, le demuestro mi superioridad atrapando la pelota. Ella se enfada y, aunque le supero en velocidad, no quiero abusar para que no se desanime y así continúe jugando. Mi juego de cintura y reflejos hacen milagros. En serio. Y pasa de largo, jajajaaaa.
 
Bueno, más bien pasaba, porque aunque sigue sin poder imitar mi movimiento, la muy bruja me espera y me ataca a la vuelta, tirándose encima de mí, empujándome, golpeándome con su pecho, tan fuerte, y sus caderas. Rugby americano total. ¿Dónde lo habrá aprendido?
 
 
Afortunadamente, yo ya consigo escaparme casi todas las veces, siempre que encuentre un banco cerca donde poder refugiarme. Eso era antes mas bien, ya que ahora la muy cab... esto... la muy salvaje sube con gran facilidad, y sigue golpeándome y queriendo dejarme sin orejas, sobre todo la izquierda.
 
El banco, que un día fue mi salvador, ahora se ha convertido en un gran drama ya que, aprovechando que no quiero dejar escapar mi trofeo, sube de un salto (muy atlético, me duele reconocerlo). Me busca, con saña y su bocaza abierta, en el cuello, en el hocico, las orejas... donde sea, con tal de lograr su propósito.
 
Propósito que, por cierto, no sé cuál es en realidad:, Si hacerse con mi preciada pelota o tocármelas directamente a mí, algo que consigue casi todas las veces, ya que una de sus grandes habilidades consiste en atraparme la cola mientras me persigue, con muy variados efectos: Desde retrasarme hasta cambiarme de dirección; en ocasiones (demasiadas), me atrapa cuando voy a saltar al banco y lo que consigue es que deje los dientes contra los travesaños de madera. En estos momentos la odio. Y lo sabe, puesto que se da media vuelta, toda digna, y desaparece un ratito.
 
Pensaba que con la lluvia se calmaría un poquito, pero nada. Afortunadamente salgo acorazado en ocasiones y no puede hacerme daño, excepto en el rabo, que antes lo lucía con orgullo y ahora intento esconderlo ya que parece un ciempiés atrofiado. Maldita Kyra, maldita.
 
No me respeta nada. Y lo peor de todo es que, si por si acaso yo no era lo suficientemente miedica, Tina está cogiendo su ejemplo, aunque todavía no me muerde. Pero por si acaso estoy preparándome para ese hecho, y de vez en cuando le soplo un bufido y le pongo firmes. Durante un par de segundos o así.
 
¿Y sabéis lo peor de todo? ¿Pero malo, malo, malísimo? Ni siquiera puedo decir que lo hago por temor a las Leyes sobre Violencia de Género. No, ni hablar. Lo peor de todo es que la situación me pone. Sí, sí, de veras. Incluso alguna vez me han pillado rodando por el suelo en un estado sexualmente excitado. ¡Qué bochorno!
Y aun así, día tras día, si cuando hemos bajado no está Kyra, examino la plaza con la esperanza de encontrarla y también deseando que Chumari saque alguna pelota de esas, que al final acabará en poder de Tina, de Sira, o de Antxón. O del bicho ése llamado Leo, que parecía tan simpático y quiere quitarme a la novia. Pues por mí, que se la quede, pero que deje la pelota.
 
 
 
 

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