sábado, 13 de diciembre de 2014

En el parque

¡¡¡ Y en libertad !!!


El día de ayer tuvo una mañana especial. Y digo especial porque decidí poner en práctica en un lugar que le era desconocido todo lo que he intentado enseñarle en su comportamiento y educación en "nuestra plaza", que ya comienza a quedársele pequeña puesto que en sus exploraciones ya se está acercando al límite de los coches, algo que siempre me aterrorizará.

Pues bien, llegamos al parque (es un parque privilegiado, grande, sin calzadas que lo rodean, sólo casitas a su alrededor) y tras caminar juntos unas decenas de metros, lo solté. Y allá que se fue, corriendo y saltando tras los pájaros. Probé a llamarle y vino a la primera. Comenzamos bien.

Continuamos con mi paseo y sus correrías, derecha izquierda, delante y atrás. Se acercaba a todos los perros de forma humilde, dándoles pequeños lamidos, y a la que se descuidaban ya les estaba saltando por encima. Algún gruñido se llevó, por supuesto, y huía unos metros y volvía al asalto. No me preocupan estas cosas, ya que es un comportamiento normal, de jerarquía entre animales. Cuando me encuentro con "desconocidos", mi atención es para el dueño más que para su perro. Su actitud es la que me inspira,o no, confianza.

Cuando le llamaba, acudía; cuando se llevaba algo a la boca o le quería recriminar cualquier cosa, con un simple "chisssssst" dejaba de buena gana su actitud y seguía pajareando; he de decir que no soy partidario del socorrido "no". Es algo que no me hace mucha gracia.

A veces, pocas, rehuía acudir a mi llamada y se sentaba insolente, tieso, con un claro aire de desafío. Tampoco hubo problema, porque en esos casos aplico la primera lección: ¡Uno! ¡¡¡Dos!!! ¡Y tres! Por regla general viene hacia mí antes del amenazante ¡¡¡Dos!!!, y si me agacho con el dedo en el suelo, estira sus orejitas hacia atrás y vuela hacia mí en clara competencia con el Alvia. Y no mostraba señales de enfado, sino que cumplía y seguía con su excitante descubrimiento.

Por fin llegó la hora de volver, y a mi llamada vino, le enseñé la correa y permaneció quieto y sentado, mostrando una infinita paciencia ante mi torpeza para anclar el pequeño mosquetón.

Y regresamos a casa. Y subió rápidamente a la cama por la rampa, buscando un más que merecido descanso.

Contentos y felices puesto que todos los berridos y riñas de este mes han dado un resultado excepcional. Como anécdota, una compañera de paseos perrunos se me mosqueó al amonestarle y decirle que ni lo llamara ni lo tomara en brazos. No quería su interferencia en esta prueba. Además, sólo pretendo, algo que no conseguiré: que me obedezca a mí, al menos de momento, y continúe con el inacabable adiestramiento de Krispys. De ahí el aludido ¡chissst! con el que intento personalizarlo.

Hoy quería llevarlo a la Vuelta del Castillo, por los fosos de la Ciudadela, y seguir divirtiéndonos. Sin embargo, está lloviendo, así que lo dejaremos para otro día.

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