domingo, 1 de marzo de 2015

El "placer" de ser sordo

Los acúfenos
Creo que a la mayoría de la gente no hace falta que presente a nuestros eternos acompañantes. Parece mentira: No oyes nada y sin embargo no puedes estar en silencio. Es horroroso

Sin embargo, hay un momento del día (no siempre) en que el silencio me rodea: disfruto, lo siento, me cuesta mover una ceja para no romperlo. Es por las mañanas, cuando justo antes de salir con Krispys a la calle, enciendo y me coloco los procesadores.


Entonces, de repente, la escuadrilla de jets olvida sus juegos aéreos y desaparece. Silencio. Paz. Dicha. Puede durar unos segundos o unos pequeños ratos. Sobre todo los domingos es más duradero.

Salgo con el peke, y el gozo me envuelve. Resido en un lugar donde apenas circulan coches, y los peatones, en domingo, no pasan llevando sus hijos a la guardería. Silencio. Mis pisadas. Las uñitas de Krispys en el enlosado...
Pájaros, decenas de pájaros, una persiana, una ventana, el móvil detectando una red wifi, un mensaje, el ruido de la bolsita de plástico al ser manipulada... Ruidos que llegan desde el silencio, bocanadas de alegría, que no por su corta duración son menos dulces y gratificantes.

En esos momentos, los domingos menos, otros acontecimiento irrumpen en esa ausencia sonora: Los compañeros de paseo perruno rompen ese encanto con el suyo. Merece la pena, son fantásticos. Y mañana volveré a disfrutar.

Ahora me voy a pasear, que me esperan


No hay comentarios:

Publicar un comentario